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Tradición viva: el arte de resistir y cambiar

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En el panorama actual de la danza, una tendencia cada vez más evidente está
ganando fuerza y espacios: la fusión entre el baile tradicional y el contemporáneo

Foto: ENVATO

Por Paula Silvarrey Peteiro

Lejos de una confrontación entre lo antiguo y lo moderno, emerge una convivencia creativa que enriquece ambos lenguajes, especialmente en territorios con una identidad cultural tan fuerte como Galicia.
Las obras Berro y Dique de Nova Galega de Danza, así como Transeúnte, de la compañía Daniel Rodríguez, son claros exponentes de esta simbiosis. En ellas, la música tradicional gallega —reinterpretada— y los pasos heredados del folclore, se entrelazan con la exploración espacial, la fluidez y la expresividad propias del lenguaje contemporáneo. El resultado no solo es visualmente impactante, sino también emocionalmente potente y evocador.
Este diálogo artístico pone sobre la mesa una cuestión presente en muchas manifestaciones culturales: la tensión entre conservar la danza tradicional en su forma más pura y permitir que evolucione para seguir conectando con el presente. Si bien hay quien defiende con razón la preservación de los códigos tradicionales, la transformación no tiene por qué suponer una pérdida. Al contrario, puede ser una
vía para mantener viva esa herencia, hacerla respirable, expandirla.
La reinvención del folclore no solo garantiza la continuidad de la tradición, sino que también actúa como un puente hacia nuevas generaciones y públicos no especializados. Al integrar lenguajes escénicos actuales y abordar temáticas contemporáneas, las propuestas conectan con inquietudes del presente.
Además, esta renovación amplía las posibilidades de circulación: abre las puertas de teatros, festivales y circuitos internacionales donde Galicia puede mostrar su identidad cultural desde una perspectiva actualizada, plural y universal.
El público, incluso el menos familiarizado con los códigos propios de la danza, acoge con entusiasmo estas propuestas híbridas. Ver a Galicia bailarse a sí misma desde lo ancestral y lo contemporáneo, desde la raíz y el riesgo, es también una forma de reconocerse. Ahí está el verdadero valor: en mantener una tradición viva no como pieza de exposición, sino como cuerpo en movimiento. Una identidad que resiste porque sabe cambiar.

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