Hablamos con Javier Veiga, actor y cineasta gallego que explora la naturaleza del conflicto y la responsabilidad en su nueva película «Playa de Lobos»

P: ¿Quién es Javier Veiga? ¿Cómo definirías tu faceta artística/profesional?
R: Qué difícil definirse a uno mismo… Mi madre siempre decía que soy culo de mal asiento, y creo que es una buena definición. Me gusta mucho cambiar, ir probando cosas distintas, me gusta mucho implicarme en lo que hago, pero voy cambiando. Entonces, lo de culo de mal asiento que decía mi madre, que me conocía mejor que nadie, es la mejor definición posible.
P: Hablemos de tu nueva película “Playa de Lobos”, un thriller que se mueve entre el suspense y la comedia, y que aborda la importancia de asumir la responsabilidad de cada uno. ¿Por qué decidiste orientar la película hacia este mensaje?
R: Me gusta que las cosas partan de lo que quieres contar, y a partir de ahí armar la historia, no pensar en hacer un thriller o una comedia y luego ya veo el relleno, sino al revés: primero va el relleno, y luego ya hacemos el bizcocho. Entonces, me apetecía mucho hablar de eso, hablar de este carácter deshumanizado con el que convivimos habitualmente que se fundamenta en el ir por la vida sin hacerse cargo de nada, este tipo de carácter que te lleva a no hacerte responsable siquiera de lo más mínimo, y lo que nos lleva a esto es una sociedad deshumanizada. Entiendo que es más fácil que tú seas capaz de asumir responsabilidades cuando son más bonitas o creativas, pero esta cosa de “cultiva tu jardín por pequeño que sea” creo que es algo que todos tenemos que intentar hacer, y que nos hace mejores como seres humanos.
P: En la película nos presentas a dos protagonistas, Manu y Klaus, completamente antagónicos. ¿Cuáles son los pasos para seguir para lograr esa sinergia entre personajes tan opuestos de personalidad?
R: De toda la vida, en cualquier producto de ficción nos viene bien tener conflicto. Entonces, pones dos personajes que jamás se entenderían y ya tienes el conflicto armado para toda la historia, y conseguir que, a pesar de eso, mantengan una relación que te guste verlos juntos te genera placer, un placer enfrentado que también ocurre en la propia película. Por una parte, hay algo que te produce mucha gracia, que es ver a dos personajes que en el fondo se odian, y eso te lleva al humor. No obstante, por otro lado, uno quiere matar al otro, y eso genera una tensión real que está jugado desde el thriller psicológico, que te mantiene enganchado a la pantalla durante toda la película para saber qué pasará con esos dos tíos, porque resulta tan improbable que se entiendan que la historia va a acabar mal. Entonces, en esos dos parámetros se mueve la película, y considero que genera mucha atracción, tanto por la parte de la tensión patente como del humor que nace del choque entre ambos.
P: Dani Rovira y Guillermo Francella son los protagonistas absolutos de la película. ¿Cómo ha sido tu relación como director con ellos durante el rodaje? ¿Qué metodología habéis seguido para conseguir la película que querías que saliese?
R: Cuando trabajas con dos actores como estos, con mucha trayectoria y mucho peso en la industria, uno va con cierto respeto, por no decir incluso miedo, a ver si conseguimos entendernos y si consigo que hagan la película que yo quiero y queremos hacer. Sin embargo, en general suele pasar que, cuando trabajas con buenos profesionales, es justamente más fácil trabajar, en comparación con gente con menos trayectoria, porque el talento también tiene que ver con esto, con saber trabajar y entender cuál es tu lugar en un trabajo de equipo como es el cine, y el proceso ha sido comodísimo, profundamente creativo. Tuvimos la suerte de tener un período de ensayos bastante amplio, exigido además por ellos, y el hecho de que quieran implicarse de esa manera en el proyecto lo hace todo muy sencillo, porque ayuda a que el trabajo sea mejor.