Goyo Jiménez: «El humor te hace dudar de todo lo establecido»

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Hablamos con Goyo Jiménez, referente de la escena humorística nacional que desafía las leyes de la estupidez humana con la epifanía práctica del humor

Foto: Prensa EMHU (cedida)

P: ¿Quién es Goyo Jiménez? ¿Cómo te definirías como humorista?

R: No me defino ni como humorista. Siempre hago una broma de esto, pero me defino como “reputado estupidólogo”, es decir, vivo de estudiar la estupidez humana, manifestarla en voz alta y provocar la epifanía en los espectadores.

P: Tu último show “Missery Class” surge desde su visión del mundo como PERSONA y no como PERSONAJE. ¿Vivimos disfrazados de lo que no somos como sociedad, somos personajes de una gran farándula? ¿Hasta qué punto el humor nos ayuda a reconciliarnos con la Persona que hay detrás del personaje?

R: Mira, vivimos en una especie de gran reel, de gran meme en el que todos intentamos hacer lo que vemos en otros para que los otros nos acepten, para ser guays, aunque cuidado con cada palabra que dices, porque inmediatamente ha cambiado la palabra que lo define y dejas de ser guay. En fin, este tipo de tensión, el intentar mantener en un estado que llamo adultescencia, que consiste en estar pegado en una especie de juventud constante que no sé qué sentido tiene. Nosotros no tenemos estar necesidad ser guays, ni de estar exhibiéndonos todo el tiempo, ni el entonar esta oda al yoyeo que caracteriza a la sociedad en la que estamos. Entonces, mi actitud rebelde radica en utilizar el humor para hacer las cosas de otra manera, y esto es lo que recomiendo a la gente en “Missery Class”. Si quieres cortar la conversación de alguien, en vez de decir “Te dejo que tengo una videollamada”, dices “Te dejo porque está ardiendo mi granero, o algo tan estúpido o inesperado que seas tú quien marque la tendencia y no tengas que seguir a ninguna pieza del ganado. Sé que esto no es aclaratorio de nada, pero también sirve como acto de provocación.

P: ¿Cómo se explica que el humor sea una de las herramientas de análisis de lo que ocurre más poderosas que hay?

R: Crecemos con unos esquemas en los que si vemos una cosa esperamos otra, pero si de repente es por otro motivo sorprendente, pues nos hace gracia. En general, estamos en un mundo en el que, como seguimos esquemas constantemente, cada vez que pasa algo que rompe con ellos nos alivia enormemente, porque vivimos en un bombardeo constante. Si algo se paga bien en estos tiempos es la atención de la gente. Todas las marcas, políticos, influencers, actores o humoristas quieren la atención de la gente, todos queremos que nos hagan caso porque cuanto más nos hagan más valemos en esta sociedad. Tomártelo todo a broma, romper los esquemas y hablar de este tipo de cosas es lo único que te relaja. Esto ya lo hacían de alguna manera los antiguos filósofos griegos, empezando por Sócrates, que es dudar de todo lo establecido, y el humor te hace dudar de todo lo establecido. Cuando alguien te dice “oye tienes que hacer esto”, si tú lo planteas desde un punto de vista humorístico, estás haciendo un pequeño acto de terrorismo contra el sistema, y es la mejor forma de decir que el sistema es una mierda, porque otras formas son más violentas o crispadas. A nadie le gusta que le griten diciendo que nos están oprimiendo, mientras que, si le muestras a la gente que nos están oprimiendo con un sketch, pues es bastante más agradable y pedagógico.

P: ¿Es difícil ser humorista hoy en día?

R: Claro que es difícil, pero ahí está la gracia, si no no tendría mérito. Al final, todos podemos vernos afectados por un chiste y, de hecho, cuanto más escuece mejor es el chiste. Cuando me preguntan en el espectáculo sobre de qué se ríe la gente, yo siempre digo que la gente se ríe de uno mismo siempre que uno mismo sea otro, porque cuando toca reírse de uno mismo, ahí es cuando escuece. También recomiendo el pararse a pensar sobre si esto es la solución para verse un poco con menos tensión, a tomarse menos en serio, porque este es el problema principal. Yo entiendo que uno se haga un selfie, cosa que siempre me ha dado mucho pudor hacerse una foto de uno mismo, pues yo creo que hay que ser Velázquez o Van Gogh para atreverse a hacer un autorretrato (risas), pero entiendo que se haya normalizado que la gente se haga selfies en los que intenten verse guapos o sexys (risas). No obstante, quien no vea que es ridículo hacerte cuarenta selfies tiene un problema, que pareces imbécil haciendo esas poses con los labios o apretando los músculos, y esto no está de más que lo recordemos a través del humor. Cuando consigues hacer un buen chiste en el que le pones el espejo delante a la gente, y le haces ver que lo que hace es un poco idiota, pues escuece, pero yo también agradezco que lo hagan, porque sino hago muchas veces el gilipollas.

P: ¿Por qué crees que la gente no trata de demostrar ese sentido del ser guay desde un punto de vista más intelectual y auténtico?

R: Pues porque si estás haciendo eso no estás ocupado en mostrarlo. Esto se explica con el símil de que, si tú estás echando un polvo, no estás preocupado en mostrarlo, lo exhibes para monetizarlo. Nos hemos transformado en mercaderes, en escaparates y mercancía, y todos nos hemos dejado contagiar de esto. Al final, “Missery Class” reflexiona sobre cómo nos han transformado en mercachifle, en estrellas de una especie de película (nuestra vida) que tiene los espectadores que tiene y que nos gustaría que tuviera más. La idea gira en torno al porqué de la constante necesidad de que los demás sepan lo que nos está pasando, cuando no era una cosa inherente. Esto es algo que nos han generado, de la misma forma que nos han inducido el depilarte, o la necesidad de llevar unas zapatillas blancas cuando da exactamente igual. Pasa lo mismo en los aeropuertos, tú te metes en una catenaria y empiezas a dar vueltas como un tonto en 20 metros cuadrados, cuando la línea recta sería mucho más fácil (risas). Los aeropuertos ya son mercados orientales en los que, para llegar a la puerta de un avión, tienes que pasar por setecientas tiendas, porque nos llevan donde les da la gana. Esto no sucede porque la gente sea mala o egoísta, sino porque saben cómo manejarnos. Lo mejor que podemos asumir es que estamos en un mundo en el que más que nunca saben cómo manejarnos, y con la llegada de la inteligencia artificial será aún más fácil. Nos han convencido de que ya no tenemos ni que pensar, que debe pensar por nosotros una inteligencia externa, así que ya haremos lo que ellos quieran, porque como la inteligencia es muy lista y siempre tiene la razón, pues nos encontraremos en una coyuntura parecida a la de Mago de Oz, seguir el oráculo y seguir lo que dice la inteligencia.

P: ¿El humor tiene un límite? Si es así, ¿quién tiene la potestad para establecerlo?

R: El humor, como cualquier otra actividad humana que se realiza entre al menos dos humanos, tiene un límite en la tolerancia de ambos, es como discutir de política o echar un polvo. Cuando tú vas a tener sexo con otra persona, tú buscas una satisfacción personal y la satisfacción de prójimo, se supone que eso es la cordialidad, la empatía… Con el humor pasa lo mismo, se hace para que la otra persona disfrute y se relaje, no se hace para crisparla. El humor se hace para provocar desde la seducción, no desde la imposición, porque si fuera así ya no sería humor. Si tú estás imponiendo un chiste porque eres muy artista y entiendes que todo el mundo tiene que entender el chiste y tú no tienes que hacer ningún esfuerzo de explicación, el problema lo tienes tú. Si el problema es que la mayor parte de la gente entiende el chiste menos uno, el tonto es el que no lo entiende y lo está llevando a un terreno que no toca. El problema de ahora no es que no entendamos los límites del humor, el problema es que cualquier tonto consigue reunir una manada de tontos con la megafonía que suponen las redes sociales, ya sea el tonto que emite el chiste mal o el tonto que no entiende bien el chiste. En todo caso, el souflé de la ofensa ya ha bajado bastante, todos estamos un poco hasta las gónadas de ofendernos y de la gente que se siente ofendida. Estamos en un mundo con problemas muchos graves que las supuestas ofensas o aquellos que creen que no les están permitiendo expresarse con libertad absoluta. Pienso que estamos retomando el criterio suficiente para distinguir quién está llamando la atención por interés propio y quién realmente necesita esta atención. Si algo nos ha enseñado esta época es la cantidad de cantamañanas mentirosos que decían una cosa y decían otra, empezando por los que estaban en el poder y continuando con los que desafiaban el poder.

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