Hablamos con Luis Piedrahita, escritor, ilusionista, guionista y director de la quinta edición del EHMU, sobre la anatomía deontológica y los límites del humor

Una de las habilidades inherentes al humor reside en la distensión que aplica sobre la importancia que nos damos como individuos. Sumergirse en la ecuación que resulta en la risa general es un auténtico ejercicio de relativización, de cuestionamiento sobre nuestra percepción del entorno y del antropocentrismo exacerbado al que nos hemos habituado como sociedad. Para determinar la eficacia de un chiste o un monólogo hemos de detenernos en si logra que el público comulgue sobre un principio inamovible: no somos para tanto ni para tan poco, somos lo que somos. Desde Cool Coruña, hemos tenido la oportunidad de entrevistar a Luis Piedrahita, referente en la escena humorística nacional y director artístico del EHMU, con quién reflexionamos acerca de la morfología del humor y las fronteras que lo delimitan o lo expanden hasta su infinita plasticidad.
P: ¿Quién es Luis Piedrahita? ¿Cómo te definirías como humorista?
R: Es muy difícil definirse a uno mismo con eficacia. Es como hacerse cosquillas a uno mismo o concederse una hipoteca a uno mismo. Nos guste o no nos guste, eso de definirnos, siempre lo tenemos que dejar a los demás.
P: En tu último show «Apocalípticamente correcto» desarrollas un monólogo sobre libertad y el destino, y reflexionas sobre diferentes temas de la actualidad. ¿Cómo explicas esa capacidad virtuosa del humor para profundizar sobre temas complejos o delicados con esa distensión natural?
R: El humor tiene la capacidad de mirarte con un ojo serio y el otro guiñado. Eso permite hablar de temas profundos, interesantes, incluso dolorosos, sin que se borre la sonrisa de la cara. Yo utilizo un truco que me funciona, uno que han utilizado los novelistas y los cineastas toda la vida. El truco consiste en utilizar un momento doméstico y reconocible como metáfora de un tema delicado y profundo. De esta manera un agujero en el bolsillo nos sirve para hablar de la ausencia, una autocaravana para hablar de la libertad y el zodiaco para hablar del destino.
P: «Apocalípticamente correcto» nos remite inevitablemente al concepto moderno de «lo políticamente incorrecto», y el humor juega un papel fundamental, al ubicarse en la delgada línea de «lo políticamente correcto» y «lo políticamente incorrecto». ¿El humor debe tener límites? Sí es así, ¿quién tiene la potestad de fijarlos, el humorista o el público?
R: El humor es un limite en sí mismo. El humor tiene un pie a cada lado de esa frontera que separa la realidad de la ficción, lo serio de la broma, lo ridículo de lo solemne… Si alguien quiere encontrarle un limite al humor, en mi opinión, el único que hay es el talento del humorista. Si el humorista no llega, no hay humor. ¿Y si se pasa? Si se pasa sí que lo hay.
P: En un mundo cada vez más inmerso en la vorágine de contenidos de las rede sociales, la desconexión de la realidad de alguna manera se hace evidente. ¿Puede el humor ser ese salvoconducto que nos haga recuperar la sencillez de lo que es estar en el mundo real?
R: Evidentemente.