Carla Souto, la poética emocional de la joyería

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Hablamos con Carla Souto, diseñadora de joyas coruñesa que concibe su proceso creativo como un recorrido simbólico que trasciende los límites estéticos

Foto: Carla Souto

Las evidentes connotaciones sociohistóricas que han configurado la concepción contemporánea de la joyería sobreviven a las inmediaciones del tiempo, manifestándose como símbolos adscritos a las diferentes estructuras culturales sobre las que se rige la cronología del mundo. Más allá de su valor ornamental y estético, las joyas cobran una trascendencia superior a su propia apariencia, en términos de significación personal y colectiva, hasta el punto de constituir elementos fundamentales en la construcción del imaginario emocional y místico de toda una sociedad. Desde Cool Coruña, hemos tenido la oportunidad de hablar con Carla Souto, diseñadora de joyas independiente que revitaliza la narrativa simbólica para superar las fronteras estéticas imperantes.

P: ¿Cómo empezaste en el diseño de joyas? ¿Dónde adquiriste esa vocación artística?

R: Desde muy pequeña, mi conexión con el arte ha sido constante, un reflejo tanto de mi identidad como de mi formación y experiencias. Nací en A Coruña, rodeada de los paisajes y la cultura de Galicia, lo que ha sido una fuente constante de inspiración en mi trabajo. Veo Galicia como un territorio en bruto y con gran potencial para expandir mi mente. Al residir fuera, puedo ver y vivir Galicia sin la inquietud de tener que estar atenta a lo que ocurre a mi alrededor para crear nuevas obras. Tengo el ojo y la mente relajados, por lo que aún puedo percibir más cosas que si estuviera centrada en un proyecto. Todavía consigo sorprenderme y eso es algo que no quiero perder. Viví muchos años en Portugal, y gracias a ese contacto con el país y su gente, pude entender una poética detrás de cada acto, acrecentando el significado de cada obra. Después de una estancia en Brasil, aprendí nuevas formas de relacionarme, lo que me impulsaría a involucrar mi cuerpo en las obras o que el registro y huella del cuerpo estuvieran presentes de algún modo en cada pieza. 

La primera vez que una obra de arte me emocionó profundamente fue a los 19 años, durante mi primer año de Bellas Artes en la Universidade de Vigo. Fue un cuadro de Claude Monet, una puesta de sol que parecía capturar toda la belleza y fugacidad de un momento. A día de hoy, sigo pensando en esa obra, y nunca había sentido una impresión tan fuerte por una obra de arte. Fue en ese instante que supe que quería lograr lo mismo con mi trabajo: apelar a la emoción del espectador.

Mi formación en Bellas Artes y posteriormente en el Máster en Escultura me permitió explorar y afinar mi relación con el arte tridimensional y el uso del cuerpo como medio de expresión. Me han interesado siempre las cosas que suceden sobre el suelo: las políticas de territorio, cómo una flor puede hacer parecer todo más bonito, o cómo un pequeño gesto puede tener un gran impacto. La poética detrás de cada movimiento y el significado político que puede implicar un pequeño gesto son aspectos que he explorado activamente, inspirada por artistas como Ana Mendieta y Francis Alÿs.

La joyería, sin embargo, no llegó a mi vida de forma casual. Desde los 9 años, ya diseñaba bisutería con abalorios de cristal de Swarovski. Fue una idea que siempre tuve en la cabeza, pero no fue hasta 2020 que decidí seguir formándome en joyería artística. Nunca pensé que una profesión pudiese llenarme tanto como lo hace la joyería. Este mundo me permite expandir mi creatividad al máximo y apelar a la emoción del cliente trabajando con sus narrativas. Cada pieza que creo es una extensión de mi formación como escultora, modelada con gestos que dejan mi huella de artista y transforman la joya en una escultura vestible.

La joyería, para mí, es un arte vivo del que aprendo todos los días. Estas joyas tienen el potencial de convertirse en herencias familiares, portadas a diario y a lo largo de la vida, acumulando historias y recuerdos. Mi objetivo es que cada joya no solo destaque por su belleza y calidad, sino también por su capacidad para trascender modas y perdurar en el tiempo, acumulando nuevas historias y emociones. A través de mi trabajo, espero que estas piezas puedan tocar la vida de las personas de la misma manera que ese cuadro de Monet tocó la mía.

P: Háblanos un poco sobre tu metodología de trabajo. ¿Qué procesos llevas a cabo en esta singular actividad artesanal?

R: Cada una de mis piezas es modelada a mano, un proceso que implica no solo dedicación y tiempo, sino también un compromiso profundo con la sostenibilidad y con la herencia de la joyería tradicional. Desde el diseño inicial hasta el empaquetado final, cada paso es realizado manualmente, asegurando que cada joya conserve un toque humano único, un «gesto» que queda impreso en la pieza misma y que se distingue por sus formas orgánicas y auténticas, en contraste con las líneas perfectas y pulidas de muchas joyas actuales. El tiempo humano real que se le dedica a cada joya en cada parte del proceso es lo que yo considero que es el verdadero lujo. 

P: ¿Cómo abordas las narrativas emocionales que imprimes en tus joyas? ¿Cómo definirías su concepto?

R: Apelar a la emoción en una disciplina artística es difícil. En el caso de las joyas, sin embargo, tienen un recorrido simbólico que, de alguna manera, ya cuentan con una conexión emocional preexistente en el imaginario colectivo. Históricamente han sido utilizadas como amuletos protectores, símbolos de poder, expresiones de estatus, pero también como recuerdos de amor, como una promesa o un vínculo entre personas.

Lo que yo busco en mi trabajo con las joyas es dotar a cada pieza de una poética que vaya más allá de lo estético. En cada joya, procuro infundir significado, algo que resuene con quien la lleva. La poética en sus formas y su significado emerge en las piezas de colección y otras veces, sin embargo, se construye en colaboración con el cliente, creando piezas únicas que cuentan historias personales. Cada joya guarda una emoción contenida, algo que no se ve a simple vista, que solo el portador conoce y lleva consigo, una especie de secreto que se revela en la intimidad de quien la usa.

P: ¿Cómo se consolida un proyecto independiente entre una competencia mayúscula y, de alguna manera, exclusiva?

R: Creo que la respuesta es, una vez más, la misma: tiempo. El tiempo es un ingrediente esencial en cualquier proceso de crecimiento. En este caso, se trata de tiempo para dedicarse de lleno a lo que uno hace, para perfeccionar cada detalle, para superar las dificultades que siempre surgen en el camino.

Es muy importante comprender que la conexión de las personas con las joyas no es algo que ocurra de inmediato, sino que se construye gradualmente. Se necesita tiempo para percibir el valor real de algo, para dejarse impactar por su esencia. Es necesario construir un camino que permita que los demás lleguen a ese lugar donde el trabajo, el esfuerzo y la dedicación se encuentran con la admiración genuina y una experiencia auténtica y consciente en cada joya

Es un proceso en el que voy aprendiendo a comunicarme de manera más efectiva y voy descubriendo qué es lo que realmente hace especial lo que ofrezco. El enfoque artesanal ha sido un desafío especialmente en términos de comunicación, ya que implica transmitir el valor del trabajo manual y de los métodos tradicionales en un mercado donde la novedad tecnológica tiende a dominar. He logrado diferenciarme al ofrecer una propuesta que no solo celebra la tradición, sino que apuesta por la atemporalidad y la durabilidad de las joyas, creando piezas que están hechas para perdurar, para convertirse en futuros tesoros familiares.

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