Hablamos con Edu Calvario, músico y compositor que apuesta por el valor de la autenticidad estética y la melancolía natural del folk americano
La estética y la música son conceptos consustanciales, ligados a un carisma escénico que se asocia a un innatismo personal, pero con margen para su paulatina confección. La consumación de este vínculo inherente queda determinado en función de su grado de autenticidad. En una época de mímesis social masiva, la necesidad de imitación ha relegado a la identidad a un peligroso segundo plano. Desde Cool Coruña, hemos tenido la oportunidad de entrevistar a Edu Calvario, músico y compositor que enfatiza en la importancia de no zozobrar en la corriente de la emulación y construir una originalidad individual cada vez más inusual.
P: Para empezar. ¿Quién es Edu Calvario?
R: Edu Calvario es un tío que ama la música desde muy jovencito, y que ha tenido la suerte de pelear muchísimo y dedicarse profesionalmente a ella, al principio como batería en cantidad de bandas y proyectos a nivel internacional, que simplemente, por necesidad, coge una guitarra y empieza a cantar. Acaba componiendo sus propios temas, haciendo giras con sus propios temas, pero también tiene un proyecto muy interesante de versiones que hace a su rollo, que empezó como un hobbie y que acabó convirtiéndose en un proyecto que hace un montón de cosas por todo el mundo.
P: Tu sonido encierra un fuerte componente country, del folk americano, y lo combinas en tus canciones con letras transparentes y desgarradoras. ¿De dónde procede esa pasión por un género tan poco arraigado aquí?
R: Crecí con la música americana a través de mi padre, que también hizo sus pinitos en el mundillo, y era muy fanático de la Credence, los Eagles, Kenny Rogers… de gente muy vinculada a lo que representa América y, al final, yo mamo mucho de la música de los 60-70s, tirando más a todo lo que es EEUU. Es un género con el que siempre me sentí muy cómodo, porque me gusta, por todo lo que he escuchado y porque, cuando a veces te pones a componer, hay cosas que te salen más naturales que otras, y a mí siempre me salió trabajar en base al country/folk. De hecho, años atrás empezamos a hacer más de psicodelia, pero hemos retomado el proyecto a lo bestia, vamos a grabar dentro de nada y vamos a tirar al folk, que es lo que nos gusta y se nos da bien.
P: ¿Consideras que estos géneros representan de forma fidedigna la nostalgia y la melancolía, móviles temáticos que emanan de tus canciones?
R: Sí, claro. Todo el género se aproxima más a la melancolía, a canciones de amor y desamor, a canciones de carretera. Considero que, igual que me siento cómodo cultivando este tipo de música, me siento cómodo también haciendo canciones más cercanas a la melancolía, quizás porque mis experiencias me han llevado a expresar las cosas que me duelen y no las que me hacen feliz. Para mí, es mucho más fácil decir lo que me gusta y estar bien, pero sí que me cuesta expresar lo que me duele, o aceptar que he podido hacer daño en algún momento, o todas las cosas sobre las que quiero hablar en mis temas.
P: Tu álbum “Una Versión Por Semana” es una recopilación de interpretaciones personales, con un estilo reconocible, de clásicos tanto nacionales como internacionales. ¿Cómo se gesta un proyecto tan singular como este?
R: Nace de puñetera casualidad (risas). Como te decía antes, me dedicaba al mundo de la batería, y cuando vivía en Barcelona, un amigo mío tenía un club muy exclusivo que buscaba músicos para hacer cosas guays. Como era amigo mío, me preguntó si tocaba la guitarra un poco para tocar cada semana. Cómo no tenía mucha idea, hable con mi hermano Joaquín, que es un guitarrista del copón, me enseñó cuatro acordes más de los que ya sabía, y con esos ocho acordes tenía que sacar canciones. Había algunas muy complejas, con un montón de acordes, así que tuve que adaptarlas. Al final, lo que en un principio era un defecto, el hecho de no tocar muy bien la guitarra se convirtió en una virtud, porque con cuatro acordes soy capaz de versionar multitud de canciones. A partir de esto, empecé un proyecto que se llamaba “Una Versión Por Semana”, en el que yo le comentaba a mis seguidores de redes una lista de canciones, y la más votada la versionaría la semana siguiente. Entonces, comencé a versionar clásicos, temas actuales, indie español, reguetón… Como mi discográfica me dijo que editar una de las versiones estaría bien porque hablaba un poco de mi personalidad. Al final, se convirtió en una fuente de ingresos muy interesante. Por ejemplo, Elvis se pasó su carrera versionando canciones de otros, ¿y por qué no? Si las llevas a tu terreno y los haces de manera agradable y natural, poder vivir de ello.
P: ¿La estética es parte del mensaje que quieres transmitir, o es un complemento que debe reforzar el concepto?
R: Depende. Normalmente, antes era parte del mensaje que querías transmitir. Al final es lo de siempre, si te gustaban Los Ramones ibas con pantalones pitillo, chupa de perfecto y camiseta All Star; si eras rockero de toda la vida, ibas con estética rockera; si te gustaba el folk o country, lo mismo. Antes la estética estaba muy ligada al tipo de música que escuchabas, porque veías referencias visuales de los grupos que te molaban. La estética se está volviendo un complemento, sobre todo en ese tipo de gente que no tienen una identidad estética muy fuerte. A la tienda me viene mucha gente muy guay, como los de AWY, que vinieron a que les asesorase un poco en este aspecto. Hace poco los vi en un festival, y te das cuenta de cómo van pasando de vestir básico con lo que podían a desarrollar una identidad estética que se va fijando en ellos. Para mí, la estética es básica. Subirte a un escenario es todo, y la música obviamente importa, pero la estética también. De alguna manera, no dejas de ser un medio referente, y vas a ver gente que le va a molar y va a querer replicar el cómo vistes. La estética ayuda a que tu mensaje quede empacado.
P: Prosiguiendo con el hilo de la naturalidad, te pregunto. ¿Crees que hay una ausencia de autenticidad en la escena musical actual?
R: Obviamente sí que falta, porque la industria de la música de ahora ya no es lo de antes. Hay grupos por ahí como Greta Van Fleet que estética y musicalmente son unas bestias y que van a pasar a la historia, pero cierro los ojos y veo a los Led Zeppelin actuales, no me están diciendo ni inventando nada nuevo. Es muy difícil, porque si no has mamado las épocas sin redes sociales, en las que ibas a conciertos para ver a tus bandas favoritas y tenías que comprar sus discos fuera, ya no era un rollo, sino tu estilo de vida, tu forma de ser. Entonces claro, se ha perdido mucha autenticidad. ¿Qué aún quedan muchas bandas auténticas? Sí, pero la música es una industria cada vez más grande, y cada vez la figura del músico importa menos, porque se ha vuelto un producto.
P: ¿Y cómo se podría revertir o cambiar esta tendencia?
R: Es complicado. El fenómeno de las redes sociales ha calado de una manera tan descomunal que ha cambiado el mundo de la moda. Revertir la tendencia es muy difícil, los tiempos cambian y simplemente hay que adaptarse. El que tenga personalidad a nivel musical y general la va a tener siempre, es algo que no cambia en la vida. ¿Grandes bandas mainstream con una personalidad estética arrolladora? Ni de coña. Greta Van Fleet es un ejemplo clarísimo. Llevan ese rollo setentero, pero tú los ves hace doce años, cuando eran unos chiquillos, y no vestían así. Pero claro, de repente se ven en este proyecto, e incorporan ese estilo porque les da una identidad visual muy potente. No creo que vayan a cambiar las tendencias salvo que se recupere la música entendida y buena, pero yo soy de los que piensan que su declive empezó a partir de los 70. Obviamente, no quiere decir que no saliesen grandes músicos y proyectos impresionantes, como The Strokes en los 2000s, pero ya no queda esa autenticidad de cuatro personas que se subían a un escenario a enseñar sus movidas sin pensar en el dinero. Antes te descubrían y eras la puta crema, y ahora es imposible. Seguramente hay miles de millones de bandas por ahí de la hostia, pero que no las conocen ni dios. Ha cambiado la industria, y las redes sociales han ganado mucho peso. Ya no importa cuantas entradas vendas, sino cuantos seguidores tienes.