Hablamos con El Pau, cantautor catalán que aboga por el vínculo equitativo entre melodía y poesía para lograr la algidez expresiva de una canción
Si de debatir se tratase, resultaría complicado esgrimir una respuesta sobre cuál es el elemento más importante para un cantautor: ¿la música o la letra? Lo cierto es que nos encontramos ante una cuestión objetivamente irresoluble; los puntos de vista personales determinan como jurados implícitos cuál juega un papel más relevante en la consecución de una mejor canción. De aquí surge otra cuestión categórica: ¿Qué criterio científico aplicamos para establecer la distinción entre una mejor o peor canción? De nuevo, el veredicto arbitrario de la subjetividad se impone sobre cualquier intento frustrado de dar una respuesta objetiva, exenta de sesgos particulares. Desde Cool Coruña, hemos tenido la oportunidad de entrevistar a El Pau, un compositor barcelonés que reflexiona sobre el papel del cantautor en la sociedad actual, y que fomenta el vínculo innato entre las letras transparentes y las melodías como potenciadoras del mensaje de la canción.
P: Para empezar. ¿Quién es el Pau?
R: El Pau, a fuerza del paso del tiempo, podría considerarse un semi-veterano de los escenarios (risas). He crecido en ellos desde que llegué a Madrid hace 17 años, y desde entonces vivo de esto, así que podríamos decir que soy un músico que trabaja y vive en los escenarios.
P: Tus canciones se caracterizan por su desgarro, por su poesía simbiótica entre la sugerencia y la explicitación. ¿Cómo se consigue darle voz a aquello que las palabras cotidianas se suelen quedar cortas?
R: Creo que cuando no te quedan más narices. Es como cuando te molesta algo y te lo callas, pero al final terminas diciéndolo. No sé si es la mejor manera, pero es la forma que encuentras para hacerlo. A mí me pasa un poco eso, llega un punto que necesito sacar lo que siento y es cuando menos filtros me impongo, y ahí está la clave, en no pensar mucho y conjugarlo con tu momento vital, para luego vomitarlo en forma de canción.
P: Otro de los leit motivs de tu estilo es la guitarra acompañante y los trombones improvisados de tus directos. ¿Qué papel cumple la parte instrumental en la confección del mensaje que quieres transmitir?
R: Cumple un papel fundamental. Las melodías son el color con el que pintas el cuadro. Las letras no dejan de ser el contorno, pero luego has de rellenarlo y potenciarlo con emociones. Tenemos la suerte de poder tocar instrumentos, y me apoyo en eso. Cada nota representa una emoción y la refuerza. Normalmente, cuando compongo, las letras siempre suelen venir acompañadas por una melodía preconcebida que la eleva. Por esa razón, suelen nacer juntas. Además, me surgen melodías en la cabeza, las necesito, al igual que necesito escribir. Es tan importante una buena letra como una melodía que le de carácter y fuerza.
P: En el caso de que la letra o la melodía no esté a la altura de la otra. ¿Cuál de las dos puede salvar una canción y compensarla?
R: Una melodía, sin ningún género de dudas, si estamos hablando de letras y no de interpretación. Una melodía la puede escuchar igual un japonés que un tío de Huelva y los dos la van a entender, con las letras hay que entender el idioma. No obstante, por encima de la letra y la melodía está la interpretación, el cómo se hacen las cosas. Es más importante el cómo que el qué.
P: Continuando con el hilo de la importancia de la interpretación. ¿Qué consejo le darías a alguien que empieza en este mundo para dar con la clave de la interpretación, de hacer suya su canción y hacer partícipe al público?
R: La experiencia lo es todo. El ensayo y error es lo que te dice “quizá por aquí no, quizá por aquí sí”, puede que no haya otro camino. Es cierto que hay gente que tiene más intuición o facilidad para comunicarse con el público, pero no ha sido mi caso. Mi proceso fue largo y, en ocasiones, hasta tedioso. Entonces, es una mezcla del talento que cada uno tenga, y lo que no es innato no queda más remedio que trabajarlo. Las canciones se van haciendo tuyas y de la gente a medida que las vas tocando y tocando.
P: ¿Qué sitio ocupa la figura del cantautor al uso en una sociedad propensa a la superficialidad, a lo espontáneo, a observar y entender el mundo desde una cierta banalidad?
R: No sé si te sabría responder esta pregunta, la verdad. No sé dónde queda nuestro sitio- Quizá las personas que consumen nuestra música tengan una respuesta. Yo no sé hacer otra cosa, y aquí estoy para lo que pueda hacer y lo que pueda aportar. Por el feedback que me llega de la gente, muchas veces observas que la gente se ve reflejada y se puede apoyar en canciones de desamor o de cualquier otro tema. La industria musical está como está, el rollo de la música urbana está ocupando gran parte de ella. No nos toca jugar en el mejor de los momentos, no hay una infraestructura sólida en la que la gente a mi nivel pueda crecer y promoverse de forma orgánica como hace años. Cada vez hay menos salas, cada vez dan menos licencias para este tipo de locales pequeños. También tienes que adaptarte a los tiempos, a la eclosión de las redes sociales, a las nuevas formas de comunicación, y no es algo fácil. No hay una escuela tampoco donde puedas aprender todo esto, por lo que no queda más remedio que tirarse al barro y comprobar uno mismo cuál es la manera. Quizá representamos el espacio de la resistencia, por los tiempos que nos han tocado vivir, pero no sé que lugar ocupamos. Tampoco es que los cantautores seamos muy políticos actualmente. A menudo pienso qué quiero aportar con mis canciones. Muchas veces, me pregunto cómo puedo trasladar mi cabreo sobre temas sociales a mi música, cuestionándome si entiendo suficiente del problema, si mi opinión tiene valor, y me consta que compañeros míos de profesión también se lo preguntan. Es posible que no nos veamos a la altura de hablar según que cosas.
P: Para terminar, háblanos sobre tus proyectos futuros.
R: Pues mira, te voy a dar una pequeña primicia. Hace cosa de un año heredé la guitarra de un antepasado mío, mi tío-bisabuelo, sin más información que esa guitarra era la de mi tío-bisabuelo, se llamaba tal y cual y actuaba por todo el mundo. Este hombre murió durante la Guerra Civil y su historia sencillamente se perdió. La primera búsqueda que hice en Internet me entregó un cartel de Nueva York de mi tío-bisabuelo con Antonio Machín en el primer gran éxito que tuvo allí, con una orquesta grande, lo que fue una sorpresa enorme para mí. A partir de ahí he ido indagando hasta recabar 800 actuaciones y un profuso material de un antepasado mío que se dedicaba prácticamente a lo mismo que yo, con un montón de paralelismos y de historias. Entonces, aunque me costó dar el paso para hacerlo, ahora mismo me hallo escribiendo una novela, en la que pretendo contar la historia perdida de mi tío-bisabuelo, con todas las conexiones que tiene con mi historia personal.