«Garra», inaugurado el pasado 24 de febrero, se ha erigido como uno de los espacios artísticos más potentes y dinamizadores de la escena local
A Coruña es una ciudad con un potencial cultural inmenso, siempre lo ha sido. La proliferación en los últimos años de nuevas propuestas y su posterior consolidación han ampliado paulatinamente su tejido cultural, hasta ubicarse en una posición que hacía tiempo que no ocupaba. La abundancia de festivales de renombre, como el Noites do Porto o el Morriña Fest; la riqueza de salas emblemáticas como la Mardi Gras, Garufa o Jazz Filloa; la celebración de exposiciones de primer nivel organizadas por espacios como The MOP Foundation, la Fundación Barrié y muchos más; iniciativas que demuestran el incremento del caudal cultural de la ciudad. Sin embargo, entre la dilatada oferta que alberga A Coruña, la vanguardista propuesta de «Garra», desarrollada por Pamela Rodríguez y Ánxela Baltar, en colaboración con Álida Arteaga, se ha ido orquestando hasta convertirse en uno de los espacios creativos más importantes de la escena local, y no es para menos. «Garra» es un boceto de un verso que trasciende a canción, una comunión de personas apasionadas por las dimensiones del arte en su plenitud, es un sentimiento genuino que quieres convertir en una extensión tangible de ti mismo. En mi experiencia como participante del Taller de Composición, impartido por Ale Rodríguez y la propia Pamela Rodríguez, la catarsis creativa y la confraternización entre afines, amantes de la inefable anatomía del arte, son los cimientos que sustentan una alternativa a los convencionalismos y la cotidianeidad. En resumidas cuentas, «Garra» constituye la génesis creativa, la chispa que aviva el corazón palpitante de miles de coruñeses con ganas de dar alas a su sensibilidad.