Hablamos con La Vida Bohème, reconocido grupo venezolano de rock alternativo que porta la libertad creativa y la exploración personal por bandera

Portar la bandera de la disconformidad con el mundo habitable es un síntoma de pensamiento crítico. No permitir la mimetización con la corriente social y enajenarse de la obligada explotación mediática e informativa a la que estamos sometidos casi por obligación constituyen dos decisiones que marcan la verdadera diferencia entre el ser radical y el ser impuesto. Desde Cool Coruña, hemos tenido la oportunidad de entrevistar al grupo La Vida Bohème, banda venezolana de rock alternativo que fomenta la exploración creativa y personal en la composición de sus canciones y la virtud del inadaptado por estandarte.
P: Empezamos con nuestra pregunta clásica. ¿Qué es La Vida Bohème?
(Henry D’Arthenay): En este punto, La Vida Bohème es una multinacional totalmente dedicada a la construcción de nubes, a la arquitectura de arcoíris. También tenemos acciones para repartir en el criterio público, nos parece que nuestro principal producto de exportación es el sinte sub-bajo. Sin embargo, las acciones del ritmo a 130 bpm ha ido bastante bien este cuatrimestre (risas). Definitivamente, La Vida Bohème se ha convertido en nuestro día a día, en nuestro submarino.
P: El nombre del grupo coincide con el título de una ópera de Puccini, algo paradójico si nos guiamos por ese rock alternativo que hacéis. ¿Cuál es el motivo radical de llamar al grupo así?
(Henry D’ Arthenay): Teníamos un espacio, una oficina abandonada donde ensayábamos, y la pareja de uno de los integrantes hizo una bandera que se llamaba La Vida Bohème. Ese nombre lo usaban todos los miembros para hacer cosas más etéreas, por así decirlo. Aunque pensamos mucho sobre si cambiarlo o no, acabamos manteniéndolo, y a partir de ahí, nos empezamos a enterar sobre curiosidades del nombre. Por ejemplo, la ópera de Puccini no es la primera que utiliza el nombre de La Vida Bohème. De hecho, fue una serie de historias cortas donde hablan de personajes inadaptados (poetas, artistas, escultores…) que, durante el transcurso de las historietas, están lidiando sobre su disconformidad con el mundo que habitan. Posteriormente, Puccini traduce estas vivencias en su ópera, y luego nos hemos ido enterando de que la misma historia se repite en diferentes generaciones, porque al final siempre es lo mismo. Grupos de personas jóvenes, idealistas e inadaptados que deciden reunirse e intentar vivir la vida bajo sus propios términos, en circunstancias que no siempre son favorables. La historia de La Vida Bohème, de nuestro nombre, es formar parte de la tradición de los inadaptados, y es un honor portar esa antorcha. Más que escogido, nuestro nombre nos escogió.
P: Vuestro álbum “Caribe Caribe” cuenta con un componente electrónico que aporta frescura y experimentación a la sonoridad del disco, y marca un punto de inflexión en la evolución del grupo. ¿En qué fase compositiva os encontráis como banda? ¿Cómo os definirías musicalmente ahora?
(Sebastián Ayala): Es muy bonito el momento en el que nos encontramos como grupo, porque sí que estamos en el proceso de grabar material nuevo. Estuvimos mucho tiempo preparándonos, y dejar que llegara el momento para sacar el material en directo. Pero fue a partir de “Caribe Caribe” cuando, descaradamente, empezamos a bailar más al ritmo de la improvisación para componer las canciones de “Caribe Caribe” sin saber aún que luego conformarían el todo que ahora es. Salieron ideas muy bonitas desde la improvisación, que aplicamos en nuestros directos, y que vamos a aplicar en nuestro proceso creativo actual, porque estamos a muy pocas semanas de irnos a grabar a Nueva York. Por tanto, “Caribe Caribe” fue el punto de partida formal para empezar a explorar, para jugar más con lo electrónico, con el sintetizador, con las texturas que desde hacía años que nos encantan, y que estamos obsesionados con ellas. Sentimos que, finalmente, tenemos nuestro propio sonido, y que ya podemos comenzar a explorar.
(Henry D’Arthenay): Al final, de una idea en vacío, todos juntos vamos aportando y conformando la canción definitiva, y eso es la Vida Bohème. Nuestro proceso de composición es muy coral, muy “de hermanos”. Estamos acostumbrados a estar en un espacio ensayando, todos con audífonos, micrófonos y tocando durante horas hasta conseguir la toma buena. Entonces, el proceso de “Caribe Caribe” consisttrabajar en base a la toma. En lugar de grabar millones de pistas y ensamblar en producción, nos parecía bastante “cool” trabajar al estilo de plano-secuencia, o por lo menos se nos da bien, porque nos conocemos muy bien después de tantos años tocando juntos. Es muy importante sobre todo si haces música rock, porque el rock es en vivo, una característica que se ha ido perdiendo en los últimos años. La razón por la que todos gravitamos por la música en directo es porque nos gusta la sensación, la música en el aire, a diferencia de la música de estudio, donde todo se rige por un interfaz y un código de 0’s y 1’s, y no hay autenticidad. Para saber si una canción es buena o no necesitas una reacción de otras personas, y por eso, en vez de martillar por algo que quizá no sea alcanzable, para nosotros tiene más sentido dar algo genuino.
P: En abril publicasteis “Diáspora Live Vol 1”, vuestro primer álbum en vivo. ¿Consideráis que los discos en directo capturan más la personalidad de un grupo que los trabajos de estudio?
(Henry D’Arthenay): Absolutamente sí. Si ves los directos de grupos como The Clash Joy Division, entiendes el aura o el lore que se ha generado sobre ellos. Para el tipo de banda que somos nosotros, o a la que aspiramos ser, el directo es la oportunidad para mostrarnos tal y como somos, “como desayuno al desnudo”, sin parafernalia. Por supuesto que es una maravilla grabar álbums y crear ilusiones, pero la energía de los conciertos no lo captan las pistas multi-track.
P: Los conciertos son plataformas para la ensoñación del público. ¿Hasta qué punto la estética es un componente necesario para completar la esencia del grupo en el escenario?
(Sebastián Ayala): Buena pregunta. Es algo que ya traíamos desde nuestros inicios como banda. Al principio, siempre queríamos dar una experiencia en vivo lo más impactante posible con lo poco que teníamos, por lo que aprendimos lo importante que era poner ese granito de arena creativo, y usar la vestimenta que llevas a tarima como parte de esa experiencia más especial, y también para completar nuestra necesidad expresiva. Esto se mantuvo de forma muy natural, como un elemento de cohesión y de uniformidad del grupo, tanto en el escenario como fuera.
(Henry D’Arthenay): Además, el público te ve antes de escucharte. Considero que los grupos que tienen intenciones de expresión tienen que establecer el tono del vestuario desde el principio, que servirá de nexo con el público, con una generación en concreto. Si hay esa coherencia estética, se ve que el grupo y el público es lo mismo. Antes, veías a grupos como Def Leppard, con sus chaquetas de cuero y sus peinados super elaborados, y de repente llega Nirvana para revolucionar todo, con la ropa de sus hermanos o de sus padres. Es muy importante saber cómo eres, tu imagen y utilizarlo como herramienta para reivindicar tu personalidad, para dejar claro que formas parte de tu generación y que no vas a ofrecer lo de hace diez años. Es cierto que estamos en una época extraña, en dónde la luz y el vídeo se han sumado, ya no solo es importante la imagen o la vestimenta. Por tanto, el aspecto visual informa muchas veces sobre nuestra música.
P: En una sociedad guiada por convenciones virtuales, donde casi nadie es capaz de ir a un concierto sin grabar ningún vídeo para sus redes, ¿se está perdiendo la pureza de la cultura del concierto, en favor de una incipiente superficialidad en el mundo de la música?
(Henry D’Arthenay): Ocurre especialmente en los festivales. Hay momentos en los que el público no solo está con el móvil, sino que se pasa hablando todo el rato. Es importante saber que todos integramos una comunidad musical, y que tenemos que buscarnos los unos a los otros. Tampoco es la idea que el concierto sea algo estático, en donde no sientas que puedas expresarte, gritar o bailar. No obstante, quizá hay personas que quieren ir solo a escuchar el concierto, y que sienten que no pueden disfrutarlo por otra parte del público. Hay que tener en cuenta que la Postpandemia es real, que todo el mundo quiere relacionarse, hablar y compartir lo que hacen, y las redes sociales están en auge. De hecho, varios diseñadores de tarima en Estados Unidos están empezando a planear conciertos para ser transmitidos en los móviles. Entonces, de por sí hay una conversación silenciosa entre los que organizan los conciertos detrás de cámaras y quiénes lo vemos, y sigue evolucionando. Lo que está claro es que los festivales ya no son para los amantes de la música, sino para la gente que quiere formar parte de la cultura del festival y compartir en sus redes que han estado allí. Ahora mismo, los conciertos pequeños de salas constituyen la nueva religión de la music-fan de verdad, y quizá sea la mejor manera de proteger esa comunidad de la farándula, del bla-bla.