Hablamos con Óscar Caamaño, fotógrafo coruñés que ha contribuido a la inmortalización visual de la identidad de la escena musical gallega de los últimos años
La virtud imperativa de la fotografía radica en la simbiosis entre concepto e intuición. Esbozar una idea inicial es fundamental para trazar la manera en la que se abordará la sesión, pero el ojo fotográfico es el punto de inflexión que marca la diferencia. Conocer cómo interactúan los elementos que integran la escena compositiva y anticiparse a sus movimientos constituye una ventaja necesaria para capturar la personalidad del momento. Desde Cool Coruña, hemos tenido la oportunidad de entrevistar a Óscar Caamaño, fotógrafo coruñés con más de 20 años de experiencia recorriendo e inmortalizando la vida de las salas de conciertos gallegas. De nuevo, es hora de abrir el telón. Comenzamos.
P: Comenzamos con nuestra pregunta clásica ¿Quién es Óscar Caamaño?
R: Óscar Caamaño es un carballés al que le fascina el tema de la fotografía. Buscando una vía de escape de lo cotidiano, poco a poco empecé a ir a salas de conciertos y fui desarrollando esta pasión que, actualmente, compagino con mi profesión, que es ser visitador médico. Cuando termina la jornada laboral, me quito el traje del trabajo, me pongo vaquero y camiseta, y voy a las salas a sacar fotos.
P: “Desde mi punto de vista” es un proyecto ambicioso en cuanto a su valor recopilatorio y testimonial, de inmortalizar la escena musical gallega de los últimos años. ¿Cómo surgió la idea?
R: En un primer momento, iba a ser mucho más ambiciosa de lo que luego fue. El libro son 168 fotografías únicamente. Cuando tenía 49 años, me di cuenta de que mis fotografías debían salir a la luz, porque no había nada de material fotográfico publicado sobre la música local coruñesa y gallega. Entonces, me propuse hacerme el regalo por mi 50 cumpleaños de publicar un libro. Hable con varias editoriales, pero mi propuesta de publicar un volumen tan extenso de fotografías era inviable. Al final, solo pueden aparecer una o dos fotos de cada grupo, y yo tengo para diez libros más. Uno de los objetivos era inmortalizar la memoria de los grupos pequeños, los que están trabajando todo el año y quizá no resuenan tanto. Lo más complicado del proceso fue el proceso de selección de las imágenes. Tienes que pensar que, si hago alrededor de 150 sesiones por año, haz cálculos y verás cuántas hay. Pero para ese escrutinio tengo la ayuda de algún colaborador que esté fuera del mundo de la música y la fotografía, como mi mujer.
P: Uno de los elementos claves que mencionas en el prólogo en la fotografía es la luz. ¿Cómo consigues capturar la esencia de los conciertos con la cámara, a pesar de las condiciones de la luz casi inexistente de las salas?
R: A mí me gusta mucho transmitir sensación de movimiento en mis fotografías. En las salas pequeñas, como la Mardi Gras o la Filomatic, la luz que tienen es difícil de trabajar la primera vez. Por eso, sobre todo con salas que no conozco, es muy importante ir antes del concierto para analizar la luz, incluso en las pruebas de sonido, y es bueno hablar con los técnicos de luces para ver con cuál trabajan. Otro factor importante es utilizar lentes muy luminosas. Ahora mismo, trabajo con focales fijas, y con los parámetros fijos en mi cámara, las fotografías salen. Es fundamental estar atento a los cambios de luces durante el concierto, a los ángulos del lugar para moverse y al momento. En todo caso, la escasez de luz supone en sí un aliciente, porque significa contraste y requiere de toda tu atención.
P: ¿Hasta qué punto es importante la intuición para capturar los momentos de un concierto?
R: En el primer instante que ves al grupo en el escenario, ya te das cuenta de si te va a dar juego o no. Si tengo tiempo, busco antes en sus redes sociales para ver cómo se mueven y cómo interactúan en directo. Me gusta ir a los conciertos que organizan gente como Alberto de El Beasto, porque sé que los grupos que trae aquí da mucho juego para el fotógrafo.
P: ¿Y se puede dar juego a artistas que no te lo dan de primeras?
R: Sí, por supuesto. En los momentos donde empiezan a hablar al público, o levantan el brazo para presentar al grupo, ahí es cuando puedes capturar su movimiento, y en la imagen final parece que hacen algo distinto a la intención del movimiento propio. La fotografía tiene ese carácter ambiguo, que puede llegar a engañar a primera vista.
P: ¿Un buen revelado completa el mensaje que se quiere transmitir con la fotografía?
R: Es fundamental. Cada sala pide un revelado diferente. La Filomatic tiene colores muy verdes, mientras que la Mardi Gras son colores más violetas. En la cámara las imágenes se ven muy bien, pero la cámara no capta lo que ve el ojo. Es en el ordenador donde se ve realmente la gama cromática, y donde puedes ver los tonos que hay que corregir en el revelado. Con el tiempo vas pillando el tranquillo a los colores de las salas, y cada una es diferente. Las mejores luces de Galicia están en la sala Máster de Vigo, además con el humo se crean unos halos que enriquecen el resultado final. La que más me costaba fue la sala Moon, porque el dueño solo utiliza rojo y violeta, pero se habla con él y listo. Luego también hay que lidiar con algunos grupos que solo quieren tocar con una luz de un color determinado.
P: ¿Para abordar un proyecto fotográfico, es necesario un concepto a priori que justifique la serie, o la espontaneidad de la intuición es la mayor virtud?
R: Hay que tener ojo. Para cultivar la fotografía, tienes que verla. Hay gente brillante, con una perspectiva fuera de lo normal, pero se suele ganar también con la experiencia, aunque siempre hay gente que no tiene ojo y nunca lo va a tener. Pero uno de los factores más importante para hacer fotografía es tener visión fotográfica, es imprescindible.