Por Gonzalo L. Torres
Con las series me ha pasado algo curioso durante estos últimos años, y es que a medida que se ha ido incrementando el número de plataformas, y los de estrenos y propuestas, he ido paulatinamente perdiendo interés, y también capacidad para poder seguir el ritmo de novedades que nos ofrecen. Hace algunos años, cuando todavía había que comprar o buscar en internet los nuevos capítulos que la mítica HBO iba estrenando, he de reconocer que las series me apasionaban, podía devorar temporadas enteras un fin de semana. Eran los tiempos de Mad men, la mítica The Wire o Expediente X, HBO era sinónimo de calidad. Recuerdo Carnivale y sobre todo Tremé, que nos sumergía en la mágica Nueva Orleans a ritmo de jazz. Creo que sentí más la pérdida de algunos de los personajes de estas series que de personas reales de mi entorno. Igual es un poco exagerado lo que digo, pero esa es la sensación que ahora tengo al recordarlo. El punto culminante fue Juego de Tronos, y digo bien, culminante. Sus primeras temporadas siguiendo las andanzas de la Khalessi, y John Nieve, con los caminantes blancos al acecho en un invierno amenazante, fueron apasionantes. Y también sumamente rentables y exitosas. El negocio llamó a la puerta de operadores y productoras, la fibra óptica se adueñó del subsuelo de nuestras ciudades, y el cable terminó matando al dvd, cosa que el video no había podido hacer con la estrella de la radio. Y nos bombardearon con nuevas series por todos lados, de todas las temáticas posibles, pero no siempre con la calidad debida. Y en este punto, yo perdí el interés en ver series. No fue un acto premeditado, pero sí real. A mayor oferta, menor mi interés. He de reconocer que siempre he sido, lo que mi madre llamaba un espíritu de la contradicción. Y algo debe haber de ello, pero a mi edad, ya no me queda sino reivindicar mis manías. Lo cierto es que, salvo Vikingos, y alguna temporada incompleta de House of Cards y Boardwalk Empire, durante unos cuantos años dimití como “seriéfilo”. Y en éstas, que tras un día de limpieza y orden, encuentro en el fondo de un cajón los viejos dvd,s y decido revisar Los Soprano, y disfruto muchísimo más que cuando la vi por primera vez.
Y justo cuando la termino, Movistar, la empresa con la que tengo contratado un paquete de TV y fibra óptica, anuncia que incorpora a su catálogo HBO Y SkyShowtime. Una sincronicidad que me lleva a explorar la actual oferta de HBO, y sin un motivo especial, pues nada conocía de la serie, decidí ver Tokyo Vice, y premio, en unos pocos días devoré las dos temporadas, como en los viejos tiempos, y debo decir que la serie me pareció magnífica. Aún estoy impactado, y tratando de superar el vació que deja en mí, que he vivido inmerso estos días en el Tokyo más oscuro, adentrándome en el mundo de la Yakuza de la mano del joven periodista norteamericano Jake Adelstein, en el Tokyo de los años 90. Creo que es una de las series más redondas que he visto, y con unos personajes principales y secundarios fantásticos, mayoritariamente protagonizados por actores japoneses que hablan buena parte de sus diálogos en japonés, sin doblaje, y no solo no me ha molestado en absoluto, sino que creo que contribuye a enfatizar una historia, en la que la propia cultura del país nipón es la auténtica protagonista. No les voy a desvelar nada de la serie, estén tranquilos, solo les voy a recomendar que la vean, y la disfruten. Está disponible en HBO, y es sin duda una de las revelaciones del año. Aunque el guion está basado en una historia real que el verdadero Jake Adelstein publicó en forma de libro, y que teóricamente se ha cerrado con esta segunda temporada, ha sido tan grande el éxito, y son tan pujantes los personajes creados, que todo apunta a que HBO pondrá a trabajar a su equipo de guionistas para darle continuidad a Tokyo Vice con una tercera temporada, por la que muchos estamos ya esperando. Como cuando era “seriéfilo”, hace ya muchos años. A ver si voy a estar rejuveneciéndome.
