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La salas de conciertos luchan por sobrevivir: ¿fin de una era?

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La demanda de un mayor reconocimiento institucional, y la insuperable competencia de los grandes festivales y conciertos complica la situación de las salas en A Coruña.

Foto: cool coruña

Durante la pandemia, el Ayuntamiento de A Coruña anunció la aplicación de un plan económico dotado con 100.000 euros, con el objetivo de garantizar la supervivencia de las salas de conciertos que, debido al obligado cese de su actividad durante el confinamiento, se encontraban al borde del abismo. El plan, diseñado para salvar a los baluartes de la música local, se materializaría en la adjudicación de contratos de patrocinios individuales, para sufragar la realización de conciertos y eventos hasta final de 2020. Pero a partir del 20 de diciembre de ese mismo año, el desamparo institucional que sufren las salas de nuestra ciudad ha ido creciendo hasta alcanzar un nivel insostenible.

DESVENTAJAS COMPETITIVAS FRENTE AL MONOPOLIO DE LOS MACRO-EVENTOS

En los últimos años, las salas de concierto coruñesas asociadas a Clubtura, la Asociación Gallega de Salas de Música en Vivo, a la que pertenecen Mardi Gras, Jazz Filloa, Filomatic, Garufa y La Disfrutona de Orzán, han demandado activamente al Ayuntamiento ser declaradas Espacios de Interés cultural y turístico, un reconocimiento que facilitaría el acceso a más ayudas, tanto institucionales como privadas, con las que sí cuentan los grandes festivales y los eventos gratuitos. Este colchón financiero supondría un bálsamo para un sector que se reconoce en horas bajas. La organización de conciertos conlleva una serie de inversiones y gastos que afectan tanto a la economía de las salas como de los artistas programados. Los aforos reducidos de este tipo de establecimientos no permiten la entrada masiva de público, por lo que el éxito de la recaudación depende del tirón del grupo o artista, de las consumiciones vendidas y del alquiler que se cobra para poder tocar. En 2024, el número de conciertos programados en A Coruña supera los 700, solo en las cinco salas asociadas a Clubtura. Una intensa actividad sostenida en el tiempo, que se enfrenta sin recursos a los grandes eventos que monopolizan a partir de mayo la música en directo. Como señalan desde la Mardi Gras:

Se apoya a otras iniciativas que son más puntuales, cuando nosotros estamos todo el año en la ciudad aportando empleos directos e indirectos y cientos de pernoctaciones de artistas en la ciudad. Lo hemos explicado muchas veces y siempre se nos da la razón: el trabajo que hacemos por la cultura y por el turismo es muy valioso.

El apoyo financiero a los grandes festivales y los eventos gratuitos genera una desventaja adicional que dificulta aún más la coyuntura de las salas en temporada alta. Ayudas institucionales y patrocinios permiten a estos macro-eventos ofrecer al público un precio de entrada atractivo, mientras que, en las salas, se da el fenómeno inverso: el precio de las entradas se percibe caro frente a las grandes citas musicales. Una comparativa que refleja las dificultades de acabar el verano sin pérdidas. Aunque se trate de contraprogramar pensando en un público alternativo, salas como Garufa o Mardi Gras han optado por no agendar eventos en agosto, ante la imposibilidad de competir de tú a tú con estas iniciativas.

Concierto celebración de 24º aniversario de la Mardi Gras. Foto: (cedida por Mardi Gras)
¿HAY FUTURO PARA UN SECTOR NECESARIO?

Las expectativas de las salas de conciertos coruñesas no son alentadoras. Los escasos márgenes que manejan las obligan a potenciar el trabajo de la noche, para asegurar cierta rentabilidad o, por lo menos, evitar una jornada de pérdidas. A la vista de la situación, cabe preguntarse si existe un riesgo real de cierre definitivo. Desde La Disfrutona de Orzán intuyen un cambio en la organización de la oferta:

Creemos que de aquí a unos 8 años, en vez de haber 5 o 6 salas, pueden quedar 2 de pequeño o mediano tamaño, que darán conciertos de vez en cuando, sin una programación habitual.

Buena parte de la supervivencia de estos locales hay que atribuirla a un público que, además de valorar la singularidad de la oferta musical que ofrecen, se mantiene fiel al espíritu de las salas, no solo por ser agentes dinamizadores de la música local, sino como epicentro de momentos inolvidables . Desde el sector, defienden su importante papel más allá de lo cultural. La llamada de socorro de las salas por un reconocimiento institucional que se traduzca en ayudas directas está justificado en algo muy sencillo: son espacios que viven en el corazón de la gente, donde los artistas buscan cumplir su sueño de niños, y donde la monotonía de la vida puede, por una vez, soñar.

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